El primer pie que puse en la India fue en una de sus principales ciudades: Bombay.
Pasear por cualquiera de sus calles es toda una experiencia que requiere de los cinco sentidos. Cruzar la calle al ritmo de las bocinas de los taxis y las motos mientras vendedores ambulantes te intentan vender cualquier cosa, y cuidando de que los tuk-tuk no te lleven por delante es toda una odisea. En Bombay todo sucede al mismo tiempo: al colorido de los saris se le suma también el de los balcones de ropa tendida con sus desconchadas fachadas. Los templos dedicados a las distintas divinidades salpican cualquier rincón de las avenidas mientras alguna vaca descansa en su sombra. Pilas de basura se acumulan al lado de personas que, lejos del follón, duermen a pierna suelta sobre las aceras.
Bombay también es el gris de las pilas de cemento que conforman el slang del lavadero de ropa. Allí, y pleno sol, son muchas las personas que se afanan por extraer los blancos más blancos de las interminables tandas de ropa. Los olores a jabón y a prendas limpias se mezclan con los de otro tipo más indescifrable e intenso: a veces a barro, otras a desagüe.
Si algo me llamó la atención de Bombay es que pese a ser una ciudad muy contaminada, es muy verde. Las aceras están surcadas por árboles cuyas ramas llueven hacia el suelo, y que dan sombra a algún que otro taxista mientras se echa un rato.
Los Jardines Colgantes están llenos de mariposas. Entre tanto revoloteo a veces posan sus alas en alguna rama o arbusto gracias a lo que se puede contemplar su belleza. Y el resultado es algo así como el de la foto.
Domingo por la tarde. Hay un ambiente festivo, de familias que pasean con sus mejores galas, que se hacen fotos en la Puerta de la India mientras comen algo de algún puesto cercano. Las aceras se convierten en mercados improvisados y pasarelas de colores donde cada sari es más vistoso que el anterior.
La playa de Chowpatty es otro de los escenarios preferidos de la gente para pasar el domingo. La arena se llena de carritos ambulantes llenos de color, aromas y sabores. Puestos que venden juguetes para los niños, algodón de azúcar, maíz tostado, jugos de frutas y un sinfín de comida con la que la gente disfruta y descansa, aunque momentáneamente, de la bulliciosa ciudad.
Sobre la arena, hay tiempo para meditar…
… para jugar…
… donde el tiempo parece detenerse para obtener instantáneas como éstas.
QUE BONITO TODO SEGUN ESTABA VIENDO ALGUNAS COSAS ME ESTABA DANDO CUENTA EL LUJO QUE ES TENER UN CUARTO DE BAÑO.
Gracias por compartir tanta belleza en tan pocas líneas e imágenes. Por unos minutos, dejas volar tu mente y te adentras en la ciudad que describes.
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