Jarabacoa, en el interior de República Dominicana, está muy lejos de todos esos paisajes típicos de postales de palmeras, aguas turquesas y playas paradisiacas. Jarabacoa es campo, montañas, lomas sembradas de verdes intensos con la vegetación típica de una zona que se encuentra a una altura considerable sobre el nivel del mar, y con unas flores divinas, chiquititas, llenas de colorido y textura.
Ya de camino hacia allí uno se da cuenta de cómo el paisaje empieza a tocar una sinfonía distinta y los ruidos artificiales se acallan para que la orquesta de pájaros empiece a tocar sus mejores notas. Lo pegajoso del calor propio de Santo Domingo se convierte en una brisita agradable que sabe a gloria.
En Jarabacoa hay silencio por las noches, se respira paz y las estrellas se asoman en un manto oscuro. Por el día los caminos hilan plantaciones y cultivos de flores en las que hay instaladas algunas lámparas para crear las condiciones de temperatura adecuadas. A veces, subiendo y bajando los caminos uno hace piernas, y se para a tomar aliento y así contemplar los colores de las casitas de madera cuando el sol chorrea su luz por todas ellas.
Muchos de los habitantes de Jarabacoa son de descendencia japonesa, traídos por Trujillo en los años 30 a través de acuerdos de cooperación para que ayudasen con el desarrollo agrícola de la zona. Por eso es bastante común ver a gente de rasgos japoneses meciéndose tranquilamente en las mecedoras a la entrada de sus casitas.
En los extremos de los caminos los humildes hogares se mezclan con los carteles escritos a mano anunciando salones de belleza, mecánicos y gomeros. Los cables de la luz tienen hierbajos en forma de erizos pegados a ellos y algunos pares de zapatos hacen acrobacias con el vientecillo de la tarde.
Jarabacoa también es conocida por sus tres saltos de agua. Concretamente visité el de Jimenoa uno, una cascada escondida entre rocas y montaña y que se convirtió en uno de los sets de rodaje para la película de Jurassic Park.
El agua de los saltos se desprende loma abajo dando lugar al nacimiento de muchas mini cascadas en las que uno se puede refrescar y disfrutar a la vez de un paisaje más salvaje. El frío del agua te da la sensación de estar en otro país alejado del calor de Dominicana, y la sabanita en la cama de por las noches le ayuda a uno a conciliar mejor el sueño. El canto de los pájaros se encarga del resto.